Se lanzó una nueva edición argentina de la novela «Cobra» de Severo Sarduy, publicada por primera vez en 1972 y conocida por su enfoque temático vanguardista y su estilo innovador, una publicación que permite la oportunidad de explorar nuevamente esta obra literaria que ha dejado una huella significativa en la narrativa latinoamericana y continúa siendo influyente en la literatura contemporánea.
La presente edición de «Cobra», novela central en el corpus del neobarroco latinoamericano y marginal respecto al boom, a cargo de la editorial «Cuneta», abre a los lectores de hoy la oportunidad de revisitar o descubrir una obra inagotable. «Cobra» relata las experiencias de una travesti que trabaja en un teatro de espectáculos y emprende una búsqueda obsesiva para someterse a una cirugía que reduzca el tamaño de sus pies, que resultan desmesuradamente grandes en comparación con su figura.
A medida que esta transformación se desarrolla, la novela toma un giro surrealista y se adentra en un universo paralelo. La obra es vanguardista en varios aspectos, comenzando por la exploración del tema central: el tamaño de los pies de la protagonista, un obstáculo aparentemente insuperable en su búsqueda de la identidad y la transformación física. Su travesía la lleva a un enigmático cirujano, especializado en alterar tanto las facciones como el género de las personas.
Sarduy nació en 1937 en Camagüey, Cuba, y comenzó su carrera literaria a una edad temprana, publicando poemas en medios locales antes de mudarse a La Habana en 1958 para estudiar medicina, aunque este campo no influenció su obra literaria
Sarduy nació en 1937 en Camagüey, Cuba, y comenzó su carrera literaria a una edad temprana, publicando poemas en medios locales antes de mudarse a La Habana en 1958 para estudiar medicina, aunque este campo no influenció su obra literaria. Este traslado coincidió con una etapa de gran agitación en La Habana, donde la arquitectura moderna y el fervor intelectual marcaron una época de transformación.
Ignacio Iriarte, Doctor en Letras por la Universidad de Buenos Aires e investigador de Conicet, analiza en conversación con Télam la relevancia de «Cobra» en la actualidad. El académico señala que Sarduy, apenas instalado en La Habana, comenzó un intenso raid de publicaciones: muchos poemas, un puñado de cuentos y varios ensayos sobre pintura, actividad en la que se va a especializar. Todo eso lo hizo colocándose en el campo moderno de la intelectualidad habanera, representada por la revista «Ciclón», en donde estaban escritores como Virgilio Piñera y Guillermo Cabrera Infante, enteramente familiarizados con las novedades de ese momento, pues leían el existencialismo, el psicoanálisis y el cine norteamericano.
Según Iriarte, actual docente de la Universidad Nacional de Mar del Plata y quien ha publicado numerosos artículos en revistas y capítulos de libros sobre literatura cubana y latinoamericana, la Revolución aceleró esa efervescencia. «Hay que recordar que se trataba de un grupo de escritores jóvenes, que vieron la entrada de revolucionarios también jóvenes», asegura el autor del libro «Del Concilio de Trento al sida. Una historia del Barroco» y agrega: «El mundo, digamos, se había vuelto nuevo, creativo por su ruptura con el pasado. En buena medida, podemos decir que ése es el epicentro del siglo XX, un siglo particularmente belicoso y revolucionario: la gente quería cortar con el pasado, tanto en la política, con la creación del hombre nuevo, como en el arte y la literatura, como se puede ver en la continua emergencia del vanguardismo como motor estético principal». De esta forma Sarduy sale de una encrucijada de tres elementos: la modernidad, la revolución y la transformación completa del arte y la literatura.
Con algunas pocas excepciones, el grupo moderno festeja la revolución, y todos, Sarduy incluido, pasan a trabajar en los nuevos medios, que son el diario «Revolución» y «Lunes de Revolución», un suplemento cultural, dirigido por Cabrera Infante.
Sarduy se va de Cuba a fines de 1959 con una beca para estudiar historia del arte en Europa. Aunque la beca duraba un año, decidió quedarse en París, para no volver nunca más. «Nunca dijo por qué – explica Iriarte – no dejó una razón explícita de sus motivos. A fines de los años 60 tuvo problemas porque no le renovaron el pasaporte cubano, y desde Francia empezaron a sospechar de que se trataba de una suerte de espía comunista».
Para los estudiosos de su vida hay dudas de que Sarduy haya sido espía «tal vez se trate de una exageración, pero hay algo verosímil en todo eso, porque el mundo estaba marcado por la polaridad de la guerra fría», asegura Iriarte y agrega: «Sarduy se queda en París porque era homosexual, una realidad complicada para un país como Cuba, que va a tener políticas represivas contra los gays».
«Cobra» es la tercera novela que publica Sarduy, la más famosa y que mayor impacto tuvo, fue traducida al francés por Phillipe Sollers, uno de los creadores de la revista «Tel Quel», y Barthes le dedicó una página del famoso ensayo «El placer del texto»
En Francia, Sarduy trabó relaciones con una rapidez asombrosa con la porción más importante de la intelectualidad parisina. En parte esto se debe a que se convirtió en pareja de François Wahl, que era el editor de Ciencias Humanas de la importante «Éditions du Seuil», en donde se publicó gran parte de la renovación teórica del estructuralismo y el posestructuralismo. En ese marco, se hizo amigo de Roland Barthes, quien comentó varios de sus textos, conoció a Julia Kristeva, entró en contacto con la revista «Tel Quel», una publicación vanguardista en lo literario y lo teórico.
«Cobra» es la tercera novela que publica Sarduy, la más famosa y que mayor impacto tuvo, fue traducida al francés por Phillipe Sollers, uno de los creadores de la revista «Tel Quel», y Barthes le dedicó una página del famoso ensayo «El placer del texto», en donde afirma que se trata de uno de los grandes hitos de la escritura moderna.
Iriarte asegura que «el texto es asombroso porque logra articular varias capas de lo que podríamos llamar el imaginario de los años 70, en los que se mezcla la guerra fría con el orientalismo, las drogas y el comienzo de un cuestionamiento fuerte a los géneros, articulado con una representación deformada de la teoría lacaniana, especialmente en lo que respecta a la castración».
«Cobra» presenta un universo narrativo sumamente rico, lo que explica el interés que despertó a muchos lectores, pero también revela sus dificultades
Si temáticamente la novela «Cobra» es completamente innovadora, también lo es en lo que respecta a la escritura. «Muchas novelas tradicionales están centradas en una relación por algún motivo problemática entre el padre y el hijo o la hija, o bien, de una manera más general, entre la ley y personajes que por algún motivo escapan a ella». En este grupo de novelas están «Madame Bovary» y «Ana Karenina», cuyo foco está puesto en la forma en que esos personajes femeninos escapan a la ley opresiva del matrimonio y el rol subordinado de la mujer.
También aparece «Eugenia Grandet», con esa hija que termina heredando la fortuna, pero también la mezquindad, del padre: «En América Latina esto estuvo más centrado en la figura del padre, muchas veces convertido en esa fase superior del padre que es el patriarca, como podemos ver en ‘Pedro Páramo’ o ‘Cien años de soledad'», explica.
Sarduy rompe con esa forma de la novela: «Como sucede con casi todas sus novelas, en «Cobra» no hay familia, lo que significa literalmente que el personaje no tiene madre ni padre. Por eso, no tiene una procedencia bilógica, completamente borrada, sino que pareciera el resultado de una creación artificial, como si se tratara de una muñeca o una marioneta», asegura el estudioso sobre la novela recién publicada por «Cuneta» y agrega: «Con esto, Sarduy pareciera decirnos que la identidad y el género son creaciones enteramente culturales, lo que tiene mucho sentido si tomamos en cuenta que Cobra es una actriz de un teatro llamado ‘Teatro lírico de muñecas'».
Para Sarduy ser hombre o ser mujer en su gran complejidad es, sin embargo, simple
«Cobra» presenta un universo narrativo sumamente rico, lo que explica el interés que despertó a muchos lectores, pero también revela sus dificultades.
Sarduy fue el principal teórico del «neobarroco», recogiendo una serie de antecedentes muy importantes, entre los que se encuentran otros dos escritores cubanos, que son José Lezama Lima y Alejo Carpentier, pero que se extiende más atrás, a la generación del 27 en España, a Paul Verlaine y Rubén Darío, incluso a los románticos alemanes, españoles y franceses, todos lectores de autores como Lope de Vega y Calderón de la Barca.
«El neobarroco, el manierismo de la forma, el rebuscamiento de la palabra, se convierte en su obra en una estética del adorno y la artificialidad. Luego va a desbordar en otros escritores, como el argentino Néstor Perlongher, llegando de diferentes maneras a muchos de los escritores de la actualidad», explica Iriarte.
Si temáticamente la novela «Cobra» es completamente innovadora, también lo es en lo que respecta a la escritura
El investigador explica que con antecedentes como el chileno José Donoso, Sarduy fue el primero en pensar la figura de la travesti. Por otra parte, le dedicó un ensayo a reflexionar sobre el tema, que se titula «La simulación», publicado en 1982, pero con textos que empieza a publicar desde mediados de los 70, algunos de los cuales salen en «La Nación» de Buenos Aires, lo que revela, por cierto, que el conservadurismo siempre incorpora formas incluso extremas de la vanguardia cultural.
Dice Iriarte: «Al poner el foco en la travesti, podríamos decir que «Cobra» es uno de los antecedentes, por ejemplo, de la obra de Camila Sosa Villada o de Susy Shock, por poner dos autoras centrales en la actualidad».
Sarduy se va de Cuba a fines de 1959 con una beca para estudiar historia del arte en Europa. Aunque la beca duraba un año, decidió quedarse en París, para no volver nunca más
Aunque Sarduy se maneja en un entorno digamos analógico, porque habla de un teatro de muñecas, como si fueran marionetas, para Iriarte se puede pensar en la idea del sujeto como ciborg que plantea Donna Haraway: «En ambos casos, los individuos no son una realidad biológica, carecen de esencialismo, pues sus cuerpos están articulados con una serie de dispositivos tecnológicos entre los que se encuentra, en primer lugar, el lenguaje», reflexiona.
Para Sarduy ser hombre o ser mujer en su gran complejidad es, sin embargo, simple, explica Iriarte: «todo es cuestión de actuación, de disfraz, de máscara, lo que el escritor subraya poniendo el énfasis en que la historia transcurre en un teatro» y agrega: «Podemos decir, en este sentido, que se encuentra ahí la idea de Judith Butler de la performatividad del género: un individuo se constituye con lo que encuentra en algo que es una máscara hecha de retazos de signos, como en Cobra, y se puede deshacer para producirse de nuevo», concluye el académico.