El legado del escultor Pablo Edelstein vuelve con la muestra «La materia infinita»

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Foto Leo Vaca
Foto: Leo Vaca

Con cerámicas, acuarelas y retratos modelados en arcilla como los de un Borges conversando con Spinoza o esculturas en metal del artista Pablo Edelstein, se inauguró la muestra antológica «La materia infinita», en el Museo de Arte Tigre (MAT), que rescata el legado del escultor conocido por sus experimentaciones con los materiales, que atraviesa temas donde lo erótico y la figura de la mujer, los toros o los paisajes devuelven 70 años de historia y amor a la creación.

Curada por Laura Casanovas y Gabriela Vicente Irrazábal, la muestra recién inaugurada, llega luego de la última exposición del artista, realizada hace 16 años, en en el Recoleta durante 2007, dedicada a las obras de los últimos años.

El erotismo, la tauromaquia, las flores, los paisajes, los bustos y las naturalezas muertas atravesadas por la experimentación con la materia, la geometrización y abstracción reúnen más de 70 obras.

En las primeras salas de la planta baja del museo se traza un paneo que articula paisajes y crisantemos en acuarela y pasteles, figuras femeninas dibujadas o las exóticas boxeadoras -fechadas en 1978- divas de anteojos recostadas, insinuantes, aunque también parejas, modeladas. También están los delicados dibujos en tinta hasta las esculturas de toros modelados en arcilla, fundidos en bronce, y figuras cuidadosamente modeladas y esmaltadas, imbuidas de un erotismo oriental que denotan una celebración del eros y la sexualidad presentes en «El sueño de Courbet» u «Oceanía» (1984) o la «Sirenita» (1989).

Son curvas pronunciadas, tan femeninas e intensas que por momentos se traducen en abstracción y planos facetados, pero también en circularidades y abrazos.

Al final del recorrido aparecen los rostros retratados en arcilla y chamote de Luis Seoane, Libero Badii, un expresivo Jorge Romero Brest con su pipa, Antonio Berni, Ricardo Garabito y Heriberto Arbolave, todas muy distintas.

Foto Leo Vaca
Foto: Leo Vaca

Un espacio de honor tiene la instalación cerámica de «Borges dialogando con B. Spinoza» (1987). Allí, sobre dos bases altas, el autor de El Aleph contempla embelesado al filósofo, que parece estar hablándole.

«Mi padre se sintió identificado (con esta imagen) porque le leía en alemán a Borges a quien le encantaba escuchar el idioma pero no podía leerlo porque había quedado ciego», cuenta Pablo, el hijo del artista y agrega que Edelstein «iba a la casa y le leía»; y ambos bustos están ubicados respetando las indicaciones dejadas por el escultor en un boceto para lograr «esa mirada entre ambos».

El recorrido dispone además en el hall la escultura en bronce de «El labrador» (1948), y termina en el primer piso con dos grandes esculturas que exploran el infinito, el último gran tema abordado por un Edelstein prolífico: «La flor de la amistad» (2001) y en la larga terraza del que fuera el ex Tigre Club en el Delta se ubica «Tréboles de la suerte» (2002).

«El infinito cobra otra dimensión», dice el hijo sobre un padre agnóstico «que creía como Spinoza en la naturaleza como el Dios que creaba todo», y ante un universo en expansión y sin límite, «es increíble cómo todo eso se relaciona con la materia infinita». «Esa sensación de infinito, pero de abrazo» que se da en la escultura basada en la cinta de Moebius, se emparenta con el interés de lo erótico, tan presente en la obra de Edelstein.

Graciela Arbolave, directora del MAT, destacó que la presencia de Edelstein responde a que si bien gran parte de la obra es figurativa, está presente «la imagen de la mujer, del paisaje, todos temas de nuestra colección», y además, las obras de algunos de los artistas retratados por Edelstein son parte del acervo. «Me gusta dar visibilidad a artistas a veces un poco olvidados o que no tuvieron la suerte de caer en esta época de las redes, quedando afuera del circuito», indicó Arbolave.

Foto Leo Vaca
Foto: Leo Vaca

En ese recorrido por la obra, la línea y el ritmo trasladados a la tridimensión del modelado en la arcilla evidencian el artificio de cintas y planos de bordes no escamoteados, afirmados fluidamente en la circularidad de los experimentos sobre el infinito. Y así como Naum Knopp (1917-1993) trabajó el ensamblado con madera cual rompecabezas, Edelstein ensambló con arcilla toros, caballos o un cuerpo de mujer, para optar más adelante por cintas de metal que juegan infinitos.

«En la obra de Edelstein, materia e infinito son nociones compatibles. Muchas podrían ser las causas: la percepción de esa llanura pampeana de límites dilatados, en cuya tierra hundía las manos como lo haría en la arcilla; el partir siempre de los materiales para crear imágenes que aspiraban a cierta trascendencia», escriben las curadoras, o «la idea de que ´no existe el espíritu sin la materia´», según decía el artista.

Pero acercarse a su obra es atisbar en la de Lucio Fontana, tan caro a la escena artística argentina internacional -conocido por el concepto de espacialismo evidenciado en los tajos y perforaciones de sus pinturas-, y muy presente en las páginas del libro que reproduce la correspondencia epistolar de 20 años, desde 1947 en que Fontana se radica en Italia, hasta sus últimos días.

«Viendo trabajar a Fontana (precursor de la cerámica abstracta) tomé por primera vez conciencia de la importancia de lo gestual», decía el artista, según recuerdan las curadoras. Desde ese gesto se desplegó hasta las cintas de Moebius, surgidas por primera vez en 1962, y se sitúan en la tercera sala con esculturas de metal trabajadas con planchas como cintas: allí están «Las bailarinas», «Doble cinta de Moebius», «Los trébol de 4 hojas» y una abstracción de «El gorro frigio» de los 90, quedando para otra oportunidad sus origamis en chapa, bronce y acero inoxidable, obras traducidas como «una imagen de síntesis».

En la escena de su tiempo el artista «contribuyó a la profesionalización de la cerámica en nuestro país, no sólo desde su labor docente sino también en la formación de la Asociación de Ceramistas, participando como jurado en los salones de cerámica», señala Vicente Irrazábal.

La trayectoria de Edelstein

Atravesó una década de auge del arte cerámico en los 70, acota Casanovas y explica que «la elección del nombre de la muestra ´Materia infinita´ no es casual, ya que para Edelstein la materia no era algo concreto, en la materia había una trascendencia y toda la serie de la cinta de Moebius se relaciona con una cuestión de trascendencia y amplitud más allá de lo terrenal, de expansión de lo conocido».

La idea de rescatar el legado del artista, escultor y docente Pablo Edelstein, nacido en St. Moritz, Suiza en 1917 y fallecido en Buenos Aires en 2010, es un largo proyecto impulsado por su familia, más concretamente por su hijo Pablo y su nieto Alexis.

Foto Leo Vaca
Foto: Leo Vaca

El proyecto dio sus primeros pasos en 2018, cumpliendo una promesa realizada a su abuelo por Alexis, para visibilizar su obra en internet a la que se suma la publicación de un libro y una investigación del archivo iniciado en plena pandemia de 2020 por las curadoras.

Dar a conocer la obra de quien fuera docente de escultura en la Manuel Belgrano durante tres décadas, en esta muestra, tiene como impulso inicial la publicación del libro bilingüe «Pablo Edelstein. Arte y vida» (India Ediciones), con textos biográficos de la periodista María Paula Zacharías, y una extensa investigación por parte de Laura Casanovas y Gabriela Vicente Irrazábal.

Luego del libro -disponible en la página https://pabloedelstein.com- tomó forma la exposición «Ensambles» en la porteña Galería Julia Baitalá, en julio, hasta llegar al MAT con «Pablo Edelstein: La materia infinita», a 16 años de la última dedicada al artista.

El próximo paso será la apertura de un espacio de exhibición de su vasta obra y archivo, programada para marzo de 2024, en el edificio Anchorena del microcentro porteño.

Su hijo Pablo recuerda que el artista «era muy sociable, le gustaba tener la casa abierta» aunque también «era muy impuntual», pero también muy humano», una característica rescatada al conversar con quienes fueron sus alumnos.

«Vino por primera vez a Argentina a los 7 años, la madre ya había fallecido. Por mandato paterno estudió agronomía pero cuando pudo, recién casado -con Mercedes «Nena» Rodríguez- se liberó y empezó con los talleres de arte, la escuela Altamira, y después enseñó en escuelas públicas de Bellas Artes», dice.

En 1944 Edelstein se estableció definitivamente en Buenos Aires, fue campeón de esgrima, esquí, equitación y natación, y asistió a clases de arte desde la infancia. El padre había llegado a Argentina a finales del siglo XIX y se había dedicado al negocio de exportación de granos, y el futuro artista se crió entre Suiza y Países Bajos. De su madre le quedó el amor por el arte y el haber conocido los museos europeos de la época; y esa vocación lo llevó años después a formarse con Jorge Larco en acuarela, Raúl Soldi y Lucio Fontana en la Escuela Libre de Bellas Artes de Altamira, que abrió sus puertas en 1946, donde también enseñaron el grabador Laerte Baldini entre otro, y ya en 1947 tuvo su primera exposición en la Galería Muller.

«La materia infinita» se podrá visitar hasta el 17 de marzo, de miércoles a viernes de 13 a 18, sábados, domingos y feriados de 12 a 18, con una entrada de 650 pesos, en el MAT, sobre avenida Paseo Victorica 972, de la localidad bonaerense de Tigre.

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