Levrero vuelve en cuentos reeditados y cartas inéditas de sus días en Buenos Aires

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Mario Levrero muri en 2004 Foto archivo
Mario Levrero murió en 2004. /Foto: archivo.

La obra de Mario Levrero incorpora en estos días un nuevo libro, «Cartas a la princesa», una serie de textos que el escritor uruguayo le enviaba a la doctora y luego compañera Alicia Hoppe, desde Buenos Aires entre 1987 y 1989, cuando estaba instalado para trabajar en una revista de crucigramas, y esos textos que comienzan siendo casi de consulta médica se van convirtiendo, a medida que avanza la correspondencia, en una declaración amorosa o el punto de enunciación de alguien que se descubre enamorado.

«Por fin había alcanzado la madurez. Por fin había aprendido los códigos. Por fin sabía vivir. Sabía qué galletas, qué marca de aceite, cuál vinagre, cómo convencer, cómo ganar siempre. Me burlaba de los jóvenes que creían y que sufrían. ‘Ya les pasará’, les decía; ‘la juventud es una enfermedad que se cura con el tiempo’. Y de un día para otro…¡Mierda, cómo duele todo! ¡Y cómo amo este dolor!», escribió Levrero el 10 de octubre de 1987, asumiendo su lugar de enamorado ante quien fue su pareja y su albacea, es decir, la responsable de impulsar la difusión de su obra una vez fallecido en 2004.

En una videollamada con Télam, desde su casa en Uruguay, Hoppe -la doctora incorporada por Jorge Mario Varlotta Levrero en la novela «El discurso vacío»- cuenta que estas cartas estaban en un sobre en la biblioteca del escritor.

Un tesoro de cartas

 «En un viaje a Madrid por la presentación de ‘La novela luminosa’ llevé ese sobre. Ya teníamos buena vibra con Ignacio Echeverría (editor de Random House), le entregué las cartas y le dije ‘Léelo y fijate si es publicable’. Fue pasando el tiempo. En el 2019 me propuso hablar del tema y nos organizamos. Me instalé como 10 días allá en España y nos pusimos a trabajar. Son años de cartas pero seleccionamos éstas que son de un período inicial, incluso las primeras son de consulta médica. Él es cuidadoso y trató de preservarme en lo que eligió. Él hizo la selección, tuvo el cuidado de que siguieran un tema», relata.

«Cartas a la princesa» llega a las librerías al mismo tiempo que «El portero y el otro», una selección de cuentos en los que insisten el humor y lo onírico, pero también la apelación al género policial para construir una atmósfera. Editado por el sello Criatura, este libro tuvo su primera publicación en 1992 y cuenta con piezas que condensan la originalidad y el despliegue creativo de Levrero como la entrevista imaginaria consigo mismo o la secuencia de diálogos agrupada con el título «cuentos cansados».

El autor y su obra

 
Levrero (Montevideo, 1940-2004) trabajó como librero, creador de juegos de ingenio y crucigramas, y escribió cuentos, novelas y hasta un manual de parapsicología. En su obra hubo un libro clave que fue «La novela luminosa», en la que retomaba su experiencia al ganar en el año 2000 una beca Guggenheim y que se publicó un año después de su muerte en 2005.

En esa publicación y difusión póstuma de su obra, es donde Hoppe tuvo un rol clave: «Como Jorge se pasó todo el 2004 diciendo que se iba a morir por dos sueños que había tenido, empezó el año convencido de que iba a suceder. Entonces hizo el testamento con dos amigos escribanos que lo ayudaron. Yo le decía ‘qué va a pasar con tu obra’ y él me decía ‘bueno el mundo se va a encargar’, y no, yo le decía que alguien debía ser responsable».

Ella, su hijo Juan Ignacio Fernández Hoppe y los dos hijos de Levrero, Carla y Nicolás, asumieron esa tarea y la comparten, cada uno con un rol específico. «Una vez le decía a Nicolás que esto es como la empresa familiar donde cada uno tiene un rol», reconoce.

Si tiene que recomendar un libro de Levrero por el que comenzar, Hoppe recomienda «Irrupciones», que define como «artículos breves que tienen humor y abordan temas más reflexivos, filosóficos, espirituales» y que son una buena forma de conocerlo.

Sobre las lecturas preferidas de Levrero, Hoppe no duda en nombrar las novelas de género policial y en especial las de Rex Stout que ella conservó encuadernadas, eran las que el escritor releía seguido.

«Leyó a los grandes pero no era un lector ordenado, el que dice ‘esto lo tengo que leer por la época, la corriente’. Él solía leer novelas policiales y Rex Stout, un detective gordo que carbura mucho y le encantaba como persona -rememora-. Yo fui más lectora de García Márquez, Vargas Llosa, me decía estas leyendo lo que hay que leer y se burlaba. Él decía que las novelas en las librerías de usados tenían un olor como de droga, entonces entraba y compraba y leía con cada desayuno una».

Por estos días, Alicia Hoppe también es protagonista de «El retrato de mi padre» (2022), una película de su hijo Juan Ignacio Fernández Hoppe que se presentó en la edición del Bafici de este año y ahora se estrena comercialmente en Uruguay. «He tratado de mantener separadas la dimensión pública porque, si no, es como sentir que los pacientes están en tu casa», dice sobre su rol en la literatura de Levrero y en la filmografía de su hijo, ya que también fue protagonista de la primera, «Las flores de mi familia».

-Télam: En «Cartas a la princesa» hay notas, aclaraciones al final y entre esas aclaraciones hay, por ejemplo, un fragmento de una de tus cartas. ¿Cómo fue esa decisión de incorporar tus respuestas?

-Alicia Hoppe: Eso lo conversamos largamente porque yo necesitaba que apareciera mi voz. En ese trabajo de lectura y relectura, Ignacio me fue convenciendo para que quedara solo como un libro de Levrero, que fuera su palabra lo central pero esas aclaraciones, anotaciones, acordamos que estuvieran. En un balneario de Barcelona vive Estela Corbellini que hizo talleres con él, hizo su tesis de doctorado sobre su obra y me decía que tenía que aparecer mi palabra, pero me fui convenciendo de que era mejor que no estuvieran y estoy mucho más tranquila.

-T: En esa tarea de ir asumiendo la responsabilidad de la difusión de su obra. ¿Cómo te fuiste acomodando? Era un mundo distinto al de la medicina, a tu día a día.

-A.H.: Fue cambiando porque después tuve agente literario. No voy a decir que adquirí otra profesión pero entré en un mundo muy diferente al de mi profesión. Al principio nos movíamos con valijas con los libros para buscar editores. Fue un tiempo de mucho aprendizaje porque los libros me gustaron mucho y son mi hobby.

-T: Por estar escrito desde Buenos Aires, este libro establece un diálogo con «Diario de un canalla», ¿coincidís?

-A.H.: Sí, es el que más muestra lo que es la literatura del yo, cuando Jorge cambió su forma de escritura. Cuando se fue a Buenos Aires fue otra persona. En un momento coincidió que yo me estaba yendo a Colonia con mi marido y mi hijo, movida por la falta de trabajo en Montevideo. Él se iba a Buenos Aires y previo a ese viaje, estaba en una situación de mucha dificultad económica, parado como escritor. Para él, que nunca había cambiado de vida, eso fue mucho. Fue un estado de alienación, se tenía que levantar a una hora fija, cumplir un horario. Se permitió vivir en Buenos Aires mucho mejor de lo que vivió en Montevideo. Le hizo bien.

-T: De ser nombrada, incorporada en sus ficciones, acá es un paso a ser la protagonista. ¿Cómo fue asumir ese lugar?

-A.H.: Esto es lo máximo que puedo dar. Es una habilitación total. Cuando Jorge escribió «El discurso vacío» estábamos en Colonia. Después de haberlo dejado meses en un cajón, cuando decidió entregarlo para publicarlo, me lo dio para leer. En realidad me daba todo para leer, en las irrupciones que publicaba en una revista acá decía que era muy buena correctora. Pero para «El discurso vacío» me dijo «léelo y si estás de acuerdo se publica». De hecho es el único libro cuyos derechos son solo míos. Él me dijo se publica pero si un día lo querés sacar, el manuscrito es tuyo y lo sacás. Cosa que no pasó nunca. Cuando terminé de leerlo le dije que me parecía buenísimo. Aprendí a tomar distancia. Con este libro me siento mucho más involucrada por esto de haber estado en el armado y el deseo de que se publicara. Es una exposición grande.

-T: ¿Llegó material de Levrero a la Universidad de Rosario, no? ¿De qué se trata? ¿Hay proyectos de publicar algún otro material inédito en el mediano plazo?

-A.H.: Hay material inédito para publicarse, pero no una novela inédita. A la Universidad de Rosario llegaron revistas de imaginación y ciencia que eran alrededor de 150 y era material que él leía y tenía sus marcas, subrayados.

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