La otra historia de los 40 años del retorno de la democracia

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Telam SE

Después de la derrota en la guerra de Malvinas, la dictadura genocida ya no encuentra posibilidad de seguir gobernando. A eso se suman otros factores que intervienen: por un lado, la acción de las Madres de Plaza de Mayo, extraordinaria en sus reclamos al gobierno por el genocidio que ahora algunos pretenden justificar; y por el otro, los cuestionamientos de la Confederación General del Trabajo (CGT), liderada por Saúl Ubaldini.

En este contexto, los mandos militares designan a Reynaldo Bignone para que haga una transición y entregue el poder a través de elecciones.

La convocatoria a elecciones generales fue para el 30 de octubre de 1983.

La dictadura llega así a su fin, dejando el horrible saldo de 30.000 desaparecidos y una deuda externa que multiplican de 8 o 9 mil a 45 mil millones de dólares.

La campaña electoral se desarrolla entonces con dos grandes agrupaciones políticas con posibilidad de llegar al poder: el Partido Justicialista y la Unión Cívica Radical.

La muerte de Juan Domingo Perón, el 1 de julio de 1974, crea no sólo una gran desorientación, sino también cierta declinación bajo el gobierno de Isabel Martínez de Perón, quien luego sería derrocada en el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976.

Lo que puede decirse es que en aquel momento existía una declinación del Partido Justicialista y la candidatura es ofrecida a Ítalo Lúder, algo realmente inexplicable, porque tenía un perfil que nada tenía que ver con la figura de los “cabecitas negras” del 17 de octubre del ´45. Por el contrario, Lúder tenía la imagen de un profesor austríaco, ajeno a las masas populares.

Foto Alberto Haliasz
Foto: Alberto Haliasz

La fórmula Lúder-Bittel es levantada por el Partido Justicialista y frente a ellos se presenta la radical Alfonsín-Martínez.

El radicalismo también había tenido una declinación en algunos sectores, especialmente los calvinistas. Ricardo Balbín era la expresión del comité y frente a ello surge la figura de Raúl Alfonsín.

Alfonsín, nacido en Chascomús, se presenta como algo sustancialmente distinto respecto a la figura de Balbín, caracterizándose por su acción en defensa de los derechos humanos como abogado durante la dictadura.

En este contexto, Alfonsín y los hombres del radicalismo denuncian la existencia de un Pacto sindical-militar, es decir, plantean que Lúder está de acuerdo con los sectores militares que tienen que abandonar el poder. Del otro lado, en los actos de campaña Alfonsín lee el preámbulo de la Constitución Nacional y hace eje en la recuperación de la democracia como objetivo principal. Su planteo es que con la democracia se come, se educa y se cura.

También propone la urgente necesidad de levantar la cortina de todas las fábricas. Y respecto a la deuda externa, que hay que investigar cuál es la real y cuál es la impagable por ilegítima.

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Estos planteos, profundamente democráticos, levantan la figura de Alfonsín, quien triunfa en las elecciones del 30 de octubre triunfa con 7.600.000 votos frente a los 5.900.000 del Partido Justicialista. Es la primera vez que el peronismo es derrotado en elecciones.

Alfonsín asume el 10 de diciembre de 1983 y lo mejor de su presidencia se produce durante los primeros dos años. Durante ese período, intenta cumplir con las promesas que había planteado durante la campaña electoral.

Designa a Bernardo Grinspun como ministro de Economía, un proteccionista que representa los intereses de los sectores de la pequeña y mediana empresa. Toma una actitud muy valiente con respecto a la necesidad de hacer ciertas transformaciones, enfrentando las presiones del Fondo Monetario Internacional. Llega a levantar la voz con Joaquín Ferrán, el representante del FMI, y opera para favorecer con el crédito y con medidas proteccionistas respecto a las importaciones, a los sectores medios de la industria.

Con respecto a la deuda, también toma una medida audaz porque declara una moratoria unilateral durante seis meses para no pagar los intereses de la deuda ni los vencimientos. También ordena un allanamiento en el estudio Mairal, donde se encuentran documentos sobre Martínez de Hoz y cómo fueron algunas negociaciones relativas a la deuda. Al respecto, es preciso recordar que los grandes poderes internacionales manejaron el Ministerio de Economía durante la dictadura, con la complicidad de sectores empresarios de la Argentina.

Lo concreto es que en ese allanamiento dos abogados jóvenes se fugan con algunos documentos importantes. Uno de ellos es el hijo del periodista Bernardo Neustadt y el otro, el hijo de Martínez de Hoz. Estos personajes llevan la documentación a una casa de un pariente de Martínez de Hoz, pero las investigaciones del gobierno permiten detectarlo y se recuperan todos los documentos.

Esto es muy importante para discutir la legitimidad de la deuda en momentos en que aparece una figura que es sustancial en ese período, Alejandro Olmos, quien pacientemente reúne toda la documentación probatoria de la ilicitud de gran parte de la deuda.

Foto Archivo
Foto: Archivo

Con respecto a los derechos humanos, Alfonsín espera a ver si las Fuerzas Armadas toman decisiones respecto a los responsables del genocidio, pero al ver que pasan meses y no pasa nada, decide crear la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) e impulsa lo que se llamó el Juicio a las Juntas.

En el mundo hubo cierto asombro frente a esta política porque no es común que cuando una dictadura deja el poder, el gobierno que surge de elecciones la investigue. Generalmente hay un acuerdo de no tocar determinados cuestiones. Pero Alfonsín avanza. De ahí que algunos lo consideren como el verdadero intérprete de los intereses democráticos en ese momento.

Como señalamos anteriormente, la CONADEP impulsa el Juicio a las Juntas, que concluye con la famosa frase del fiscal Julio Strassera: “Nunca más”. Es el mejor momento de Alfonsín.

Pero su incomprensión del sindicalismo lo hace caer en el error de impulsar una ley de democratización de los sindicatos, conocida como Ley Mucci, que es derrotada en el Parlamento, creando así una relación dificultosa entre los gremios y el presidente.

Foto Archivo
Foto: Archivo

Durante el gobierno de Alfonsín va a haber alrededor de 14 paros liderados por Ubaldini, que se convierte en la figura más expresiva de las tradiciones del peronismo. Sin embargo, el apoyo en la clase media y no en los trabajadores, constituye una gran debilidad de parte del gobierno de Alfonsín. Y las presiones son muy fuertes, a tal punto que en febrero del ´85 se desliga de la presencia de Grinspun en el Ministerio de Economía, y designa a Juan Vital Sourrouille, un economista muy capaz que había escrito un libro sobre la dependencia, pero que como economista estaba dispuesto a cumplir con las decisiones del presidente, quien empezaban a aceptar las imposiciones del FMI.

Esto hace que en sus primeros veinte meses de gobierno se genere una expectativa de esperanza con respecto a un cambio profundo después de los años padecidos por la mayoría populares. Sin embargo, Alfonsín empieza a realizar algunas concesiones.

Cuando surgen rumores sobre intentos de golpe de Estado, grandes manifestaciones rodean la Casa de Gobierno y Alfonsín, en vez de aprovechar para dar un salto hacia una posición más vigorosa en defensa de sus promesas electorales, habla de economía de guerra.

En sectores del Ejército también se produzcan reacciones de parte de aquellos que plantean la necesidad de proteger a los represores, considerando que habían cumplido órdenes. Entonces Alfonsín dicta la Ley de Punto Final, dándoles un tiempo para que se presenten los que consideren que pueden correr peligro de ser sancionados.

Después se produce un alzamiento en Campo de Mayo, frente al cual Alfonsín toma una actitud democrática y de coraje, porque los alzados en contra del gobierno dicen que no están dando un Golpe, pero exigen que el presidente de la Nación vaya a Campo de Mayo a discutir sus reclamos.

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Foto: Archivo

La plaza histórica está llena cuando Alfonsín le comunica al pueblo que va a ir él personalmente a conversar con los sublevados, pidiendo que lo esperen en la plaza. Efectivamente, tiene una conversación con el coronel Aldo Rico, que es el que dirige al sector rebelde y después, cuando vuelve, dice unas palabras que pasarán a la historia: “La casa está en orden”, y como todo ocurre durante Semana Santa, agrega un “Felices Pascuas”.

Lamentablemente, esta actitud no la puede sostener. Después, surgen nuevos alzamientos y reclamos en los cuales aparece la figura del coronel Mohamed Alí Seineldin, portador de una posición nacionalista de derecha.

En este contexto, el pueblo interpreta la llamada Ley de Obediencia Debida como una concesión de Alfonsín hacia los sublevados, lo que deteriora su posición respecto a los responsables de los crímenes de lesa humanidad. A ello se suma que se crea una situación por la cual el FMI impone nuevas presiones con su política de siempre.

Esta declinación de Alfonsín se evidencia en las elecciones de 1987, donde el Partido Justicialista resulta vencedor en la provincia de Buenos Aires y Antonio Cafiero se convierte en el nuevo gobernador.

Cafiero era la expresión de un peronismo atildado, de buenas maneras, que expresa una renovación frente al sector que se vincula con Herminio Iglesias, el ala más derechosa y de posiciones más duras con el gobierno.

Foto Archivo
Foto: Archivo

A esto se va a sumar los acontecimientos de La Tablada, donde hay una represión muy fuerte frente a un levantamiento donde aparece Enrique Gorriarán Merlo como un hombre que proviene del ERP. Hay fusilamientos y cosas que no se han llegado a establecer claramente en la posterior investigación.

La separación de Alfonsín de los sectores más poderosos también se evidencia en una discusión que tienen en la exposición de la Sociedad Rural, donde es muy criticado por los sectores ganaderos.

Esta situación se verifica cuando los sectores más enriquecidos del empresariado llevan a cabo un golpe de mercado el 6 de febrero de 1989. Alfonsín tiene que convocar elecciones, que se realizan el 14 de mayo de 1989. El Partido Justicialista obtiene 7.862.000 votos y el radicalismo oficial, 5.391.000. Pero el golpe de mercado desencadena una hiperinflación donde los salarios pierden valor día a día, hora a hora. Esto lleva a que el 8 de julio del 1989 Alfonsín se vea obligado, por las circunstancias y la pérdida de poder, a adelantar la entrega del mando que debería efectuar el 10 de diciembre.

El nuevo presidente es Carlos Saúl Menem, quien se encargará de una época privatista y de entrega a los grandes intereses económicos en perjuicio de los sectores populares.

Raúl Alfonsín sigue actuando dentro del radicalismo. Incluso tiene un reconocimiento especial de parte de Cristina Kirchner. Fallece poco después, el 31 de marzo del 2009.

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