La frase «La grieta se murió y empieza una nueva etapa», propuso Sergio Massa en el discurso que articuló el domingo tras consagrarse como el candidato con más votos en la elección presidencial y, en un intento de posicionarse para un balotaje y que antes tendrá reordenamientos de todo tipo, generó expectativa sobre la posibilidades fácticas de que el clivaje que moderó la política argentina y las conversaciones de sobremesa familiares en la última década finalmente cambie.
¿El reordenamiento dicotómico que ofrece el balotaje puede escapar a la vieja y conocida grieta? ¿Hay un rédito político en ubicarse en el centro en 2023? ¿Cuáles podrían ser las nuevas pautas que ordenen el debate público? Consultados por Télam, analistas, sociólogos y politólogos exploran el escenario que se abre.
Viejo y astuto conocedor del efecto que las frases fuertes tienen en los medios de comunicación y en las redes sociales, el domingo, cuando el recuento ya lo posicionaba indefectiblemente como el candidato más votado, Massa enunció una idea con destino de título: «La grieta se murió y empieza una nueva etapa». Después, amplió cuál era el alcance conceptual de la idea: «Voy a convocar a un gobierno de unidad nacional el 10 de diciembre, los mejores, sin importar su fuerza política. Voy a poner punto final a la destrucción del otro«.
La grieta, esa forma de leer la realidad y la política que durante una década marcó la agenda de dirigentes pero también los consumos culturales, las discusiones familiares y las afinidades sociales, ahora parece, si no en riesgo, al menos en duda
La grieta, esa forma de leer la realidad y la política que durante una década marcó la agenda de dirigentes pero también los consumos culturales, las discusiones familiares y las afinidades sociales, ahora parece, si no en riesgo, al menos en duda.
Para el escritor y sociólogo Hernán Vanoli, “Massa tiene muy claro que la porción de la sociedad que lo puede hacer ganar esta elección no quiere más kirchnerismo, desde que entienden que el kirchnerismo es un intervencionismo estatal permanente y con fuerte impronta ideológica que le dice a la sociedad ´Los derechos te los dimos nosotros´».
Según Vanoli, si pudiera, Massa diría: «No soy kirchnerista”. “Pero como no puede, dice que murió la grieta, lo cual es cierto. Massa nunca fue kirchnerista. La grieta fue un negocio para ciertos medios de comunicación y ciertas facciones de la casta política que obturaron muchas discusiones importantes con una polarización que les terminó resultado autodestructiva, ya que ahora están haciendo gárgaras para ver si pueden tragarse el sapo Milei, que no los representa”, analiza el escritor y director de la consultora Sentimientos Públicos, quien considera que se trata de una estrategia electoral del candidato de Unión por la Patria, pero “una estrategia que se basa en una verdad: Bullrich quiso hacer campaña con terminar con el kirchnerismo y así le fue”.
Vanoli cree que el clivaje que ordenará el futuro no está claro: “Es uno de los ejes en disputa, quizás el principal. Milei acierta al plantearlo en términos de cambio o continuidad, porque le falta un 70% de los votos y es casi su única chance. Pero para Massa el clivaje es otro: es occidente o locura, orden o descomposición y caos. Esa es la batalla que probablemente guíe el camino al balotaje: quién puede imponer los términos de la discusión”.
Los realineamientos de las últimas horas, que llevaron a Patricia Bullrich y a Mauricio Macri a apoyar a Milei en la contienda, parecieran reeditar un escenario agrietado, más allá de la voluntad discursiva de Massa. El gobernador de Corrientes, Gustavo Valdés, criticó el acuerdo entre Bullrich y Milei con una referencia acorde: “Antes teníamos una grieta y ahora tenemos una fosa en la Argentina”.
Para la socióloga y escritora Sol Montero, el primero en leer el fin de la grieta fue Milei, quien trazó otras tensiones: etarias, de género o casta versus gente de bien. “Ante la insistencia de Juntos por el Cambio en mantener un clivaje que ya sonaba viejo, y gastado (la crítica al populismo kirchnerista) Unión por la Patria supo escuchar que esa fractura social ya no opera más. El caso Insaurralde lo terminó de confirmar: la corrupción (algo que Juntos por el Cambio agitó durante mucho tiempo como crítica al kirchnerismo) no es un problema que divida a los argentinos. Massa entendió cuáles son las grietas pasadas de moda y leyó también que hay elementos posibles para cohesionar: unidad nacional, bandera, consumo y actividad económica, tradición y familia”, sostiene Montero.
¿Cuál es la grieta o la fractura actual? “Es difícil de definir, pero la vuelta al clivaje populismo vs liberalismo en este balotaje le resta mucho a Milei en términos de creatividad política. Los nuevos imaginarios que pudo haber creado, las nuevas subjetividades que pueda haber interpelado (jóvenes, varones, trabajadores informales, anticasta) se desdibujarían mucho con el retorno a la grieta histórica”, analizó Montero.
Para la consultora en Comunicación política Julieta Waisgold, la frase-título que Massa enunció el domingo a la noche es la culminación de una idea que nació en el inicio de la carrera hacia las elecciones cuando empezó a construir un posicionamiento que le da centralidad a su figura y a su propia historia, retomando la vieja narrativa de la “avenida del medio”.
“Sin embargo, esta vez lo hace con dos características diferenciales y novedosas. La primera es que tiene a Cristina Kirchner y a La Cámpora como aliados y la segunda es que lo hace en el ejercicio del poder. Es decir, pudiendo tomar decisiones de gestión que muestren cuál es su perfil. Por eso, decir que ´la grieta murió´ tiene un sentido y un volumen distinto al que tenía hace 7 años”, sostiene Waisgold y considera que, con esta frase, está haciendo una operación central: decir que el protagonista de esta campaña es él porque puede poner los términos del debate también hacia adentro de su espacio político y, a la vez, está haciendo una doble operación de contraste no directo con la radicalización Milei. “Esa frase más que como el fin de la polarización, debería leerse como la existencia de movimientos en las placas tectónicas de la política y de las distintas formas que asume la polarización en la Argentina”, analizó Waisgold.
El periodista y politólogo José Natanson recuerda que hay cierta “coherencia” en la frase de Massa: “Él lleva años diciendo que hay que terminar con la grieta. Tampoco es algo muy original porque, al menos en el discurso, se lo hemos escuchado a Alberto Fernández y a Horacio Rodríguez Larreta”. Cree, sin embargo, que aún es prematuro para saber cómo serán los ejes que van polarizar. “Si uno mira la experiencia de Brasil con Bolsonaro, queda claro cómo la extrema derecha se reagrupa”, advierte Natanson. Ahora, el escenario estará marcado por las estrategias que le permitan a los dos candidatos ampliar su base electoral.
“Para Massa, el giro de ‘la grieta murió’, es más natural porque ir al centro no le va a resultar difícil: él nunca se pronunció a favor de Venezuela, ni denunció a los integrantes de la Corte Suprema ni advirtió sobre las presiones de (Héctor) Magnetto. Para Milei, en cambio, ese camino es más complejo: carga con toda esa impronta de freakismo y negacionismo y tiene que ir a conquistar a aquellos a los que insultó. El centro le queda incómodo porque durante la campaña apuntó contra las dos pequeñas e imperfectas Moncloas que tenemos los argentinos: el pacto democrático sellado en 1983 y el sellado después de la crisis de 2001 que genera un sistema de parches, AUH y subsidios para que no ´estalle´ lo social”.
Aún con la impronta de las disputas entre peronismo y antiperonismo que tiñen la historia nacional y las reconfiguraciones que la grieta entre kirchnerismo y antikirchnerismo planteó en la última década, la carrera al balotaje que se disputará el 19 de noviembre empieza a mostrar las primeras señales del agotamiento de lo viejo y el surgimiento de los nuevos ejes que guiarán la política y la discusión pública.