Dos días para la literatura en el marco del Festival de Literatura de Buenos Aires (Filba) y dos semanas para el avistamiento de aves fue la proporción que el escritor estadounidense Jonathan Franzen le imprimió a su visita a la Argentina, que estará repartida entre lo que considera «sus dos obsesiones» y que comenzó con la charla este viernes con periodistas en la librería Eterna Cadencia en la que hizo una encendida defensa de la invención literaria por encima de la lógica algorítmica.
Su primera visita a Buenos Aires incluye con una clase magistral en el Malba sobre los desafíos de comenzar una obra y, después, quince días repartidos entre Salta y los Esteros del Iberá para avistar las distintas aves que después registrará puntillosamente en sus archivos personales.
Con un cortado en jarrito y una medialuna que decidió probar aunque le advirtieron que era más dulce que los croissants porque «total, estoy de vacaciones», Franzen conversó durante más de una hora con un grupo de periodistas a los que les pidió, en un gesto de auto desafío, que hicieran las preguntas en español para practicar la comprensión del idioma. Durante la charla, pasó de la irrupción de la inteligencia artificial en la literatura a las novelas largas que marcaron su vida y que lo inspiraron a escribir las propias, el uso del celular y su predilección por los narradores en tercera persona. Contó, además, que, tras una experiencia frustrada, trabaja en la adaptación de «Las correcciones» al formato de serie televisiva y que tiene «las primeras páginas» de su próxima novela, aunque admitió que todavía está en la etapa exploratoria del proceso creativo.
«Poco hay de inteligencia en la inteligencia artificial. Realmente, como escritor no me siento amenazado porque es una inteligencia bastante estúpida, pura imitación. Y bueno, escribir bien es lo opuesto a la imitación porque implica un deseo. La IA no tiene ni idea de qué es eso, es puro algoritmo», sostuvo Franzen, consultado por la demanda judicial que inició junto a otros miles de autores reconocidos contra los proyectos de IA que han explotado sus obras sin su consentimiento, sin respetar los derechos de autor y sin pagarles. Después, consciente del registro que había adoptado para su razonamiento, dijo que se permitía «hablar con cierto vuelo filosófico» porque estaba «en el país de Borges».
Contó que, a pesar de que en los últimos años el uso de las pantallas se ha multiplicado, él continúa fiel a su rutina de «escritor offline»: «Si tengo internet, no puedo escribir. No alcanzo esa zona de la imaginación a la que puedo llegar en soledad. Porque, en definitiva, creo que es muy fácil hacer investigación y muy difícil usar la imaginación.
«Realmente, como escritor no me siento amenazado porque es una inteligencia bastante estúpida, pura imitación. Y bueno, escribir bien es lo opuesto a la imitación porque implica un deseo. La IA no tiene ni idea de qué es eso, es puro algoritmo»Jonathan Franzen
Un camino nada fácil
Nacido en Illinois en 1959, criado en St. Louis, Missouri, y radicado entre Nueva York y California, había publicado ya dos novelas («Ciudad veintisiete» en 1988 y «Movimiento fuerte») en 1992 cuando irrumpió con «Las correcciones», el libro que lo sacó de lo que él bautizó «el silencio de la irrelevancia». En pocos meses la novela vendió 3 millones de ejemplares, se tradujo a 40 idiomas y se convirtió en un auténtico fenómeno de culto en el que reparaban los críticos pero también el gran público. Dos décadas después de aquel éxito editorial que se publicó una semana antes del atentado contra las Torres Gemelas y que todavía funciona como una obra que permite abordar aquellos años -y tras la publicación de otras dos novelas que también fueron bien recibidas, «Libertad» y «Encrucijadas»-, Franzen trabaja en la adaptación de esa novela insignia para la televisión.
No fue un camino sencillo. «En 2012, tuve la intención de hacer una serie pero fue un desastre de principio a fin. El productor, Scott Rudin, no era el indicado para ese trabajo ni para ningún otro. Hicimos un primer capítulo, un piloto, y era verdaderamente horrible. El concepto equivocado, la gente equivocada, todo estaba mal», sostuvo, con cierto desparpajo Franzen, sobre aquel primer fracaso y admitió, que además, por entonces él no veía televisión y eso también había sido un problema al momento de abordar el proyecto por la poca familiaridad que tenía con el formato.
«Empecé entonces a ver televisión. Y me empapé de cómo era hacerlo bien. Me empezó a gustar el formato de las series largas. Y se acercó un productor joven que había trabajado en el proyecto de Scott y que seguía interesado en Las Correcciones. Le dije que me lo dejara pensar. Y una mañana me desperté y en media hora escribí una página sobre cómo debería ser el proyecto para dar cuenta de todo el libro. Y, al tiempo, logré tener el guión de los dos primeros capítulos», contó sobre esta «segunda oportunidad» que tendrá la adaptación de la novela. «De todas las que escribí, creo que Las correcciones es la que mejor iría para la televisión», se entusiasmó.
¿La masificación de las series televisivas atenta contra el tiempo destinado a la lectura? «Eso solía preocuparme antes, cuando no veía televisión. Pero descubrí que no tenemos que sentirnos amenazados. Las buenas series, en realidad, tienen una estructura muy similar al de la novela clásica», definió. En cambio, sí considera una amenaza a la creación de una cultura lectora, la dinámica del contenido del estilo TikTok. «No hay forma de que los influencers puedan ser novelistas, contar una historia. La inmediatez y el pantallazo atentan contra todo intento de narrar algo», advirtió. Consciente de que al no ser padre no logra captar el fenómeno en su complejidad, sostuvo que «hay algo de adicción» en el uso que los niños le dan a los dispositivos. «Sé por mis amigos que tienen hijos que es tentador darle a un niño un celular porque por un momento desaparece y tu vuelves a ser dueño de tu vida. Pero además de que es poco saludable descubrir la vida desde una pantalla, básicamente es incompleto. Silicon Valley no tiene suficiente contenido como para reemplazar la vastedad del mundo», razonó.
«Yo sé que es difícil ser activista climático porque llevan décadas luchando para que se reduzcan las emisiones que no hacen más y más que crecer. Sí, es descorazonador»Jonathan Franzen
«Sí, vamos a los pájaros«, se entusiasmó cuando le propusieron cambiar el tema de la conversación para charlar un rato sobre esa, su segunda obsesión. Contó que mientras desayunaba en el hotel había visto por la ventana un caracara y también a un tordo. Consultado sobre qué puntos de contacto encontraba entre la literatura y el avistamiento de aves, prefirió describirlo en una escena: «Si estoy en un aeropuerto, me siento a mirar caras y a ver qué hace la gente porque eso es parte de mi trabajo como novelista. Y sí, a muchos les gusta el avistamiento de aves pero para pocos es una verdadera obsesión como lo es para mí«. Después, entre risas, aceptó que reparte el tiempo entre la literatura y los pájaros, «porque no se puede atender dos obsesiones al mismo tiempo».
En sintonía con su llegada a Buenos Aires para participar del Filba, Salamandra publicó «El fin del fin de la Tierra», un libro de ensayos de 2018 que reúne los textos que el autor escribió para The New Yorker y el New York Times sobre, entre otros temas, su profunda preocupación por el cambio climático. Y aunque Franzen considera que -aun en medio de la ola de cancelaciones de libros que afronta Estados Unidos- su obra nunca estuvo en la encrucijada, en ese libro figura el ensayo que publicó en The New Yorker y que lo dejó «cerca de la censura». «Tuve una respuesta muy violenta -y sobre todo en las redes sociales, que no utilizo- por parte de los activistas climáticos. Llamaban a los seguidores a `no leer´ un ensayo de 2 mil palabras e incluso lograron que Facebook bajara el link. Pero bueno, yo sé que es difícil ser activista climático porque llevan décadas luchando para que se reduzcan las emisiones que no hacen más y más que crecer. Sí, es descorazonador», asumió el autor, quien aboga por dejar la deshonestidad de culpar a las petroleras de todos los males sin asumir que, en realidad, la responsabilidad individual juega un rol fundamental: «Me ofende la idea de que vivimos como quieren las petroleras. Vivimos como la gente demanda vivir. En casas enormes, con un consumo desenfrenado y con el deseo de manejar una gran camioneta y viajar en avión».
«La primera persona me resulta muy limitante y, además, la tercera persona es uno de los mejores inventos de la humanidad. Un formato muy flexible que permite ir de la cabeza del personaje, al contexto político, el clima y, después, volver a la cabeza del personaje»Jonathan Franzen
En «El fin del fin de la tierra» también figura el «Decálogo para el novelista», un texto breve con diez consejos, un juego literario que a Franzen le salió carísimo. «Me llamaron hace quince años de The Guardian con esta propuesta y yo escribí en media hora el artículo. Ahora, todo el mundo me pregunta por él y, en verdad, son quince consejos en función de mi gusto como autor y lector», dijo para desmarcarse de lo categórico que suenan algunos de ellos, como aquel que llama con cierto fanatismo a escribir en tercera persona. «La primera persona me resulta muy limitante y, además, la tercera persona es uno de los mejores inventos de la humanidad. Un formato muy flexible que permite ir de la cabeza del personaje, al contexto político, el clima y, después, volver a la cabeza del personaje», repasó y propuso una hipótesis sobre por qué en la actualidad muchos autores se vuelcan a las distintas aristas de las escrituras del yo: «Los autores, y sobre todo los más jóvenes, tienen mucho tiempo de ofender, de usurpar un rol, una voz. Es muy fuerte la presión que ejerce la cancelación en las redes. En cambio, si escribes desde tu punto de vista y cuentas tu historia, pocos podrán ofenderse, ese riesgo desaparece».
«Tengo algunas páginas de una novela nueva», contó el escritor, con la precaución de quien acepta que el trabajo es incipiente. Entonces, recordó que su otra obsesión, el avistaje de pájaros, lo ha llevado a instancias similares. Hace más de una década, visitó la Antártida, pero antes de llegar al continente blanco tuvo que viajar hasta Chile, después a Ushuaia, hacer kilómetros en camioneta, tramos en mula y llegar por barco. Adentrarse en una gran historia, esas que lo convirtieron en uno de los referentes de la gran novela americana, requiere de la voluntad de poder lidiar con una travesía similar.
Con clases de Kartun y Franzen, teatro leído y poesía, el Filba tiene un sábado con agenda nutrida
El Festival de Literatura de Buenos Aires tiene este sábado, durante la cuarta jornada, una agenda nutrida que se reparte entre las siete sedes, que incluye una clase magistral a cargo del dramaturgo y director Mauricio Kartun y otra del escritor estadounidense Jonathan Franzen y, además, una lectura de teatro y un taller de poesía.
A las 11 horas, en el Malba, Jonatan Franzen: clase magistral en la que abordará el problema de los comienzos en la literatura. «Franzen explorará el desafío de pasar de la hoja en blanco al momento de la escritura, y abordará ciertos aspectos fundamentales como encontrar el tono de la voz narrativa; el diseño del espacio; la importancia del deseo ficcional y la construcción del pacto de confianza entre el escritor y el lector. Para observar estos elementos en funcionamiento, Franzen analizará los comienzos de sus seis novelas, y también las primeras oraciones de novelas clásicas de otros escritores», prometen los organizadores del evento. La actividad es con reserva de entrada previa y será con traducción simultánea.
A las 15 horas, en el Centro Cultural Kirchner: tendrá lugar un taller de poesía teórico-práctico en el que se trabajarán las especificidades, cruces e hibridaciones entre la escritura poética y la narrativa. «A partir de textos de poetas contemporáneos, vamos a explorar los recursos técnicos posibles a la hora de contar una historia en un poema. En la primera clase se propondrá una consigna de escritura. Abordaremos grupalmente los textos surgidos de esta consigna en el segundo encuentro. La idea del taller consiste en que además de incorporar herramientas teóricas y lecturas, cada cual comience a encontrar su modo personal e intransferible de contar una historia en un texto poético», dice la invitación de Filba.
A las 16 horas, en la Fundación Santander: luego de meses de trabajo, se conocerán los cinco finalistas de los más de diez mil cuentos que se recibieron para la primera versión del concurso de cuentos breves presentado por Fundación Plagio. Allí tendrá lugar la primera premiación del concurso de cuentos Buenos Aires en 100 Palabras.
También a las 16 pero en la cúpula del Centro Cultural Kirchner: actividad de teatro leído. Según su etimología la dramaturgia es «la acción y efecto de crear». «¿Qué se modifica al oír un texto dramático sin el soporte de lo actoral? ¿Cómo se abren los sentidos cuando la voz es el pasaje a la imaginación? En este encuentro tres dramaturgxs compartirán fragmentos de obras propias», interrogan los organizadores. En ese marco, Clément Bondu leerá «El Porvenir», Lorena Vega leerá «Imprenteros» y Paula Marull leerá «Lo que el río hace».
A las 17 horas, en el salón de Honor del Centro Cultural Kirchner: el dramaturgo y director Mauricio Kartun reflexionará sobre los mecanismos que permiten en el arte reciclar positivamente al error. «Aprender a aprovechar esa energía transversal ha sido la estrategia eterna del artista. Y la gran enseñanza que brinda desde el campo creativo. El aprendizaje imprescindible -en lo artístico y en lo cotidiano- para animarse a fluir arriesgando», explican el texto de la invitación.
Quienes quieran conocer la programación completa pueden consultar en la página web del Filba.