La curiosa historia se registró días atrás en la localidad chaqueña de Margarita Belén, ubicada 22 kilómetros al norte de Resistencia.
La familia Valussi se aprestaba a aprovechar el fin de semana largo para limpiar y acondicionar una casa que había pertenecido a la abuela del grupo.
Al ingresar a la propiedad e intentar remover las cosas para acomodarlas, se encontraron con la impactante sorpresa: dos boas curiyú, popularmente conocidas como anacondas, se habían apoderado del lugar.
Pese a que en un primer momento se barajó la posibilidad de sacrificar a los animales, Daniel, el más joven de la familia Valussi y estudiante de Veterinaria en la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE), impidió cualquier intento en ese sentido: en cambio, se contactó con un especialista en serpientes para que resolviera la situación sin dañar a los dos ejemplares.
El encargado fue el veterinario y docente de la UNNE Sergio Antúnez Rossi, quien se acercó a la propiedad y logró sacar a las dos anacondas, para comprobar luego que se trataba de un macho y una hembra: ésta última medía alrededor de 2,5 metros.
«Estaban en perfecto estado de nutrición y salud», señaló el especialista en ofidios, quien tras retirar a las serpientes las trasladó hasta la Reserva Natural Monte Constanza para liberarlas en el área protegida.
La boa curiyú (Eunectes notaeus) es el más grande de los boídeos argentinos: puede llegar a medir cuatro metros y pesar 30 kilos. Se la puede encontrar en ambientes de humedales (lagunas, esteros, bañados, cañadas y valles de inundación), siempre en proximidad de las cuencas de ríos en Formosa, Chaco, Corrientes, norte de Santa Fe, norte de Entre Ríos y sur de Misiones.
Su alimentación es mayoritariamente carnívora: atrapa animales como peces, anfibios, reptiles (pequeños yacarés), aves (garzas) y mamíferos (coipos y carpinchos) de mediano tamaño, a los que sujeta con sus fuertes dientes para luego proceder a la constricción y asfixiarlos.