La escritora y arquitecta María José Eyras indaga en «La madre y las cosas» en el itinerario de una familia desde la perspectiva de una narradora que, a partir de un devenir fragmentario cuestiona las posiciones y roles de los más cercanos y según la autora surgió como un intento de entender a su madre para lograr «un intento de retrato».
Editada por Paradiso, la novela es posterior al libro de ensayos «La maternidad sin máscaras» y al de cuentos «Un detalle trivial». Sobre este nuevo trabajo y el proceso creativo, en la que maternidad insiste como eje, la autora habló con Télam.
– La narradora dice que «quizá escribir se parezca un poco a ordenar en pequeñas cajas» y el libro va logrando ese orden a partir de apartados que tienen su eje en diferentes cosas y la mirada de distintos integrantes de la familia. ¿Cómo se fue gestando la escritura de la novela?
– La novela surgió como micro-escenas sueltas. Empecé a escribir los fragmentos, como el de la madre en el Sur, negándose a bajar del auto a ver el paisaje, o escapándose de la conversación en la mesa para ir a lavar los platos, o los primeros recuerdos de la narradora niña, como cuando le enseña a ordenar sus juguetes en las cajas de cartón donde vinieron los libros de Aguilar. Después, aparecieron fragmentos sobre las cosas, esas que obsesionan al personaje de la madre: agarraderas, pulóveres, termómetros, repasadores. Objetos cotidianos, intrascendentes, pero cargados por la insistencia materna, su apego egoísta, que además tienen que estar perfectamente ordenados y limpios, como si se tratara de un asunto vital. La escritura, para mí, quizá sea una manera de ordenar el pensamiento, de volver sobre las emociones y procesarlas, de coser las hilachas que va dejando la propia historia y darle borde a las experiencias. Sería como ordenar en pequeñas cajas, si algo de eso es posible.
«La novela nació de la necesidad de ver, de entender a mi madre real, es un intento de retrato. Al tomar distancia a través de hacer de ella un personaje esperaba poder acercarme, comprenderla»
– Escribiste el ensayo «La maternidad sin máscaras» y en este caso, desde la ficción, volvés a la maternidad. ¿Cómo partió en cada caso el abordaje de la maternidad?
– «La maternidad sin máscaras» es un híbrido que reúne experiencias propias, entrevistas a otras madres y referencias textuales. De pronto, me vi con tres hijos, una profesión, una vocación artística, la casa…y me puse a escribir desde el asombro y la pregunta. ¿Cómo se hacía? ¿Cómo hacían las demás? Estaba impactada por todos los frentes que tenía a mi cargo. Se había corrido un velo acerca de lo que implicaba la maternidad y lo que veía no coincidía para nada con los relatos edulcorados, al estilo publicitario, que todavía predominaban. El título original era «El lado oscuro de la maternidad», pero desde Planeta me pidieron cambiarlo. Por un lado, en algún sentido, fue un libro pionero, y por otro, yo era otra persona: había sido madre, estaba casada según un esquema tradicional y no tenía lecturas ni formación en feminismos.
«En el caso de «Mi madre y las cosas», el abordaje es desde el lugar de una hija que padece a la madre a lo largo de diferentes etapas de la vida»
Tampoco tenía casi lecturas feministas, muy pocas, cuando lo escribí. Pero después, cuando sí las tuve, esas lecturas me ayudaron a entender la formación – severamente patriarcal – de mi propia madre y los contrastes con mis vivencias de hija en una gran ciudad, varias décadas después. Y pude ser menos exigente con ella, enojarme menos con nuestras disonancias, con lo que pudo darme y lo que no.
– También escribís para suplementos o medios culturales. ¿Cómo dialoga ese oficio con la escritura de ficción?
– Todo parte del amor a la lectura. Siempre me gustó leer, desde primer grado. Crecí rodeada de libros, gracias a mi padre, que también era lector. En casa había una biblioteca en cada habitación. A partir de allí fue natural querer comentar libros. La escritura de artículos y reseñas me exigió un ejercicio de limpieza y síntesis que después se reflejaría en la escritura de ficción. También coordino talleres de lectura. A la vez, están las contradicciones del sistema, la retribución mezquina de todo lo relacionado con la cultura, que llega a ser dolorosa. Por eso, hay períodos en que dejo de escribir en medios. Pero pasa igual con la escritura de ficción, pienso. Salvo contadas excepciones, para poder sostener el tiempo que implica escribir, escritoras y escritores necesitamos vivir de otros trabajos. Comencé a publicar de grande, ejerciendo la arquitectura y combinar las dos cosas no me resultó fácil.