Una voz narrativa que se manda notas de voz a sí misma para hablar del agobio que le genera ser madre puérpera y sostener su trabajo, y, a la vez lamenta los momentos en que su cuerpo se ve obligado a separarse del de su hija: con estos recursos, Guadalupe Colombo Paz construye en su novela “Intersticios» una perspectiva compleja de la maternidad en la que se funden la vida con la muerte, una dimensión que transita cotidianamente desde su trabajo como psicóloga asociada a cuidados paliativos.
En el texto que estructuró en base a los audios que se mandó a sí misma al poco tiempo de ser madre, la autora se aleja de la figura tradicional de la madre abnegada, pero también reniega de la tendencia a vivir la experiencia como un mandato social. “Tener una hija es una experiencia majestuosa”, confiesa y luego anticipa: “Aquí comparto mi forma de comprender este delirio: que de una célula y otra célula y mil movimientos celulares , más pim pum pam, pueda hoy hablar de Alba . Y de mí”.
La voz narrativa de “Intersticios” busca el cuarto propio del que hablaba Virginia Woolf pero también se permite disfrutar del contacto casi permanente con su hija. Celebra la vida naciente y a la vez no abandona su trabajo como psicóloga paliativista que acompaña el tránsito hacia la muerte de sus pacientes. “La maternidad implica soledad. Dar vida se parece a acompañar a morir. Además de que ambas son instancias de pasaje, son situaciones de elevado contenido emocional. Y lo que es muy intenso se vive sin compañía”, dice.
De esa y otras dualidades está hecha la novela que publica Las Guachas, una editorial feminista y patagónica. Así lo adelanta el prólogo de Daniela Pasik, quien invita a no buscar una maternidad color de rosa en el texto: “A lo largo de cada entrada, cada audio, registro, recuerdo, se va viendo ese color más real, que es terrible, por supuesto, pero también es genial. La frialdad del obstetra, la sonrisa de su hija”, enumera.
Desde Bariloche, la ciudad donde nació y creció, abandonó para estudiar actuación en Buenos Aires y regresó para trabajar como psicóloga paliativista en el hospital local, Guadalupe Colombo Paz habló con Télam sobre su búsqueda de un discurso que represente su propia maternidad, su trabajo de distanciamiento de sus experiencias a través de la lente de lo poético y la experiencia de publicar en una editorial patagónica.
-Télam: En muchas de las notas hay una mirada puesta en el lenguaje, en el significado de cada palabra. Recurrís a la Real Academia Española para tomar de su diccionario lo que quiere decir «Intersticios» pero también otras muchas. ¿Ese trabajo minucioso y preciosista es tu modo de concebir la escritura?
-Guadalupe Colombo Paz: Es una obsesión que tiene el personaje. Busca la terminología y la palabra adecuada para cada situación, Tiene que ver con ser terapeuta, con entender que lo que para mi es la tristeza quizás no es lo mismo para otro. Entonces voy construyendo el significado de una palabra buscándolo en Internet, pero después llego a la propia definición de la voz que narra.
-T.: Para contar la maternidad no parecés adscribir a la corriente actual que la concibe como una carga, pero tampoco a la figura tradicional de la madre abnegada. La mujer de tu novela parece elegir una posición equidistante a la hora de autopercibirse…
-G.C.P: Uno de los motivos de escribir esta novela fue precisamente que no me encontraba representada en los discursos existentes sobre ser madre. Incluso quería dejar para otras madres una voz que las representase entre estos dos puntos: el odio por el hijo y la abnegación total.
Pensé que a otras mujeres les podría pasar lo mismo que a mí y construí una voz, no sé si la llamaría, amable, pero quizás más afín a la realidad de una mujer independiente, que trabaja, y elegía la maternidad pero también la agobiaba.
Lo curioso es que las editoras que la leyeron me decían que era muy feminista y yo no me doy cuenta ya que las voces feministas que conozco están más alejadas de la maternidad, lo ven como un mandato que viene impuesto.
-T.: Pero narrás una maternidad elegida…
-G.C.P.:Sí. Completamente elegida. Y además en una mujer que cuida. Que tiene una tarea de cuidar a otros y trabaja desde ese lugar. Es una maternidad elegida pero no por eso menos compleja.
-T.: El surgimiento del texto y su estructuración es bastante particular ya que son notas de voz que la narradora se manda a sí misma…
-G.C.P: Sí. Sucedió en el puerperio en el que, supuestamente, no podés hacer nada. Yo además, como fue una cesárea de riesgo, tenía un brazo completamente dormido. Entonces. a veces, me surgía un grito, una sensación de agobio, de no encontrar resguardo, y la quería sacar pero no tenía tiempo de sentarme y además con la mano dormida, y la bebé en brazos. Así que, aunque en esa época no se usaba tanto, empecé a mandarme notas de voz a mí misma.
-T.: Entonces, la novela surge de tu propia experiencia de maternidad, ¿es biográfica?
-G.C.P: Hay un poco de todo. Algunos hechos de mi vida sirven como disparadores. Está inspirada en mi experiencia.
-T.: ¿Cómo hiciste para trabajar esos materiales de tu propia biografía, para tomar distancia?
-G.C.P.: A través de la poesía. Yo vengo también del ámbito de la actuación y de la dramaturgia y me parece que hay algo en lo poético que te rescata de lo super real. de lo calcado de la experiencia. Siempre escribí poesía y creo que estos textos breves son de algún modo fragmentos poéticos.
Los textos son un híbrido y el que sean fragmentos breves tiene que ver con cómo se materializaron, que son notas de voz. Uno no se habla a sí mismo una hora. Son ecos de mi voz y también me hablo a mí misma pero también a otras madres.
-T.: El hecho de que la narradora sea psicóloga paliativista como vos, ¿le aporta equilibrio a la historia? ¿hay un devenir entre la vida representada por ese nacimiento y la muerte que se cierne sobre los pacientes de la protagonista?
-G.C.P: Creo que que nuestras elecciones laborales nos definen bastante y entonces, pienso la vida desde mi elección laboral porque me apasiona. Así que estoy muy atravesada por ser actriz y también por acompañar el tránsito de personas gravemente enfermas.
-T.: La tapa es una fotografía de un bordado y el tema de la trama, los hilos y el acto de bordar también se repite en el texto…
-G.C.P: Yo también soy bordadora y, a veces, cuando cuando estoy trabajando en lo que sucedió con un paciente, bordo lo que viví para materializarlo, para entenderlo.
La escritura es un bordado, es escribir con hilos. tejer con palabras. Entonces surgen temas como bordar o perder el hilo, o seguir la trama que pueden servir para hablar del bordado o para hablar de nosotros. Cuando bordás y cuando escribís pasa lo mismo. Ambas actividades vienen de un mismo lugar. El bordado, en mi caso, es algo que me inspira mucho, me contiene y me envuelve.
-T.: Al contrario del cuidado del otro y de la actuación, ¿la escritura y el bordado son actividades de “repliegue”, hacia el interior de uno mismo?
-G.C.P: Sí. Yo vengo del mundo de la actuación, pero mi sensación es que fue mutando algo más introvertido. Escribir y bordar son actos íntimos, a diferencia de la actuación que es hacía afuera. Estas son mutaciones que surgen de mis elecciones laborales.
-T.: Tu novela fue editada por un sello patagónico y feminista: Las Guachas. ¿Cómo fue la experiencia?
-G.C.P : Yo quería que sea una editorial patagónica porque la voz era patagónica. La Patagonia está muy presente en todo el texto. Yo cuento un puerperio con dos metros de nieve afuera. No es un puerperio en un departamento porteño.
También quería que fuese gestado por mujeres. Así que durante la pandemia se las mandé a las chicas de Las Guachas, una editorial de San Martín de Los Andes. Ellas editan poesía y el mío fue el primer texto de narrativa, aunque tiene mucho de poético. Lo trabajé en una clínica con Daniela Pasik.