El gobernador de Tucumán, Juan Manzur, jurará el lunes como nuevo jefe de Gabinete, tras el pase de Santiago Cafiero a la Cancillería. Y en esta secuencia de liberar y ocupar oficinas y sillones, el Gobierno se enfrenta a una nueva discordia. Manzur había aceptado la propuesta Alberto Fernández -avalada por Cristina Fernández de Kirchner-, con una condición: que el vicegobernador Osvaldo Jaldo no lo reemplazara como establece la constitución provincial.
A comienzos de marzo de este año, la interna entre la fórmula que gobierna la provincia se recrudeció por la disputa de un puesto menor: la designación del Defensor del Pueblo. Manzur aprobaba la reelección por cinco años más de Fernando Juri Debo, sobrino del ex gobernador peronista Amado Juri. Jaldo, sin embargo, quería que el nuevo ombudsman fuese el legislador Eduardo “Lalo” Cobos, integrante de su bloque de aliados.
Esta controversia provocó un quiebre en la fórmula que había obtenido la gobernación de la provincia en 2015 y en 2019 con más del 50% de los votos en ambos comicios.
Cobos ganó y Jaldo demostró injerencia en el parlamento tucumano. El vicegobernador manifestaba críticas severas a la gestión de gobierno y hacía público su deseo de conducir la provincia. La ruptura del vínculo tuvo una confrontación cabal en las urnas el domingo 12 de septiembre: el oficialismo se dividió y Manzur y Jaldo acompañaron dos listas distintas. El ganador, esta vez, fue el gobernador.
Tras la elección, Manzur dijo desde el escenario tras su triunfo que “la lógica en el peronismo dice que el gana conduce y el que pierde acompaña”, en un claro mensaje político hacia su competidor. “En una interna como la nuestra -detalló-, se gana por un voto, pero si la diferencia es importante, habla a las claras de cuál es la opción que eligieron los tucumanos”. Jaldo, por su parte, intentó capitalizar el flujo de votos con los que superó a las tres listas de Juntos por el Cambio: “Este apoyo nos permite seguir soñando con gobernar en 2023”, refrendó.
Su aspiración sigue firme. Eso inaugura un nuevo escenario de crisis institucional en el Frente de Todos, ya que nicialmente el vicegobernador había aceptado mudarse también él a Buenos Aires a alguna responsabilidad institucional a nivel nacional. Su respuesta había sido receptiva, o al menos lo pareció.
Sin embargo, poco después del anuncio de que Manzur sería el nuevo Jefe de Gabinete, Jaldo hacía saber que lo había pensado mejor: ahora preferiría ser gobernador tucumano en vez de tener un cargo en la administración nacional.
La sucesión en Tucumán sufrió una abrupta escalada de tensión. El sucesor natural de Manzur es Jaldo, según la Carta Magna provincial. Y quien le sigue es también de la línea del vicegobernador: Regino Amado, titular de la Legislatura tucumana. Por eso Manzur procuró que le garantizaran no perder poder en su provincia, antes de aceptar la jefatura de gabinete.
Jaldo se aferra a la Ley de Acefalía.
En cambio, desde el manzurismo impulsan la figura del jefe del bloque Lealtad Peronista, Sergio Mansilla, para que sustituya al gobernador durante su licencia, un eventual llamado a elecciones dado que la fórmula no completó el 50% del mandato y hasta invocan un principio de gobernabilidad: dicen que como Jaldo perdió las últimas elecciones, sería ilegítimo que quedara al mando del poder ejecutivo provincial.
“Presidente: ofrecer cargos a un vicegobernador electo para que el elegido jefe de gabinete Juan Manzur pueda seguir ‘controlando’ su provincia, es una práctica típica de un poder clientelar. La pagamos con el dinero público y viola la idoneidad constitucional para los cargos. Absténgase de entrometerse en el orden legal sucesorio de la provincia con plata de los argentinos. Es una negociación incompatible con la ética que deberían tener un presidente y un gobernador”, opinó Patricia Bullrich, presidenta del PRO, en su cuenta de Twitter.
El gobierno nacional deberá mediar entre la condición de Manzur para jurar como jefe de Gabinete y la rebeldía política de Jaldo para no perder su oportunidad de gobernar Tucumán.