«Las mejores cosas de la vida, y tal vez las peores, me pasaron por ser una mujer trans»

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Alana es muy tmida amable y habla bajito pero con contundencia en sus palabras Foto Florencia Downes
Alana es muy tímida, amable y habla bajito pero con contundencia en sus palabras. (Foto: Florencia Downes)

«Todos somos la trans de alguien», dice la madrileña Alana Portero. Y con eso quiere decir que cada ser humano lucha contra el latigazo de la mirada social que castiga todo lo que se salga de la norma, de la media, de lo «normalizado».

Por primera vez en Buenos Aires, ciudad en la que siente muy bien tratada y cuya literatura conoce muy bien, Portero vino para presentar «La mala costumbre», su primera novela. Medievalista de formación, dramaturga, escritora, directora escénica y colaboradora en diferentes medios en los que aborda temas vinculados el feminismo y al activismo LGTBIQ+, charló con Télam sobre su texto, profundamente conmovedor y poético, en el que relata el camino de un niño que nació varón, pero se siente mujer en un barrio obrero con personajes entrañables y feroces.

El padecimiento por la simulación que la narradora debe sostener a lo largo de los años para evitar la violencia de los otros y lo que supone la pérdida del amor de su familia es alto, pero las redes que va tejiendo con «madres trans», como ella las define, generan en los lectores la sensación de que la valentía y la persistencia por ser quien uno es valen la pena. Y sobre todo, la alegría.

–Alana, el libro cuenta la dolorosa historia de una persona que nació con sexo masculino, pero muy tempranamente se siente mujer y vive torturada para disimularlo y no ser castigada por los otros. Pero se puede leer también como la denuncia de una sociedad que violenta todo aquello que le parece distinto.
–Has dado en el clavo. Todo el mundo tiene un armario del que salir y todos somos la trans de alguien. Creo que una de las malas costumbres que tiene la gente, de ahí el título del libro, es que nos hacemos una idea de los demás antes de preguntarles algo tan básico como quiénes son. Organizamos una especie de ficha con un prejuicio. Y ese acudir con una idea previa a alguien tiene mucho que ver con construirle un armario. Y tenemos expectativas sobre los demás. Y las expectativas son complicadas.

–¿Y vos quién sos?
–Yo soy Alana, una chica de barrio, que ha resultado ser trans, que ha resultado ser escritora, que hace teatro y que procura ir por el mundo con los ojos bien abiertos; me gusta mucho aprender.

–Tu libro es como una cebolla, se cuentan muchas historias. Una es la del amor por San Blas, el barrio obrero en el que te criaste, con sus personajes entrañables y otros, los crueles. ¿Quisiste homenajear  a tu lugar?
–Era muy importante para mí escribir un relato justo y hermoso de ese barrio en el que crecí realmente y hacer un retrato de clase que fuese preciso. Porque creo que muy a menudo se pinta la clase y se pintan los barrios desde cierto turismo de clase. Y me apetecía ser precisa, pero también ser poética, ser literaria. He conseguido que ese San Blas pobre y obrero pueda ser tan literario como Brooklyn.

«Yo soy Alana, una chica de barrio, que ha resultado ser trans, que ha resultado ser escritora, que hace teatro y que procura ir por el mundo con los ojos bien abiertos»

–Hay redes en San Blas, hay comunidad, los vecinos se conocen. ¿Por qué creés que eso hoy se perdió?
–Estoy muy de acuerdo con que se ha perdido eso. La mejora de las condiciones materiales, que no es tanta como parece porque lo que tenemos es más entretenimiento, ha hecho que nos encerremos más. Este cambiar la clase obrera por la clase media, que viene a ser la clase obrera con Netflix y puertas blindadas, es una clase hiperestimulada que nos ha encerrado en nuestras propias casas. Hoy en Madrid y en San Blas no es tan normal conocer al vecino con el que compartes el rellano y eso lo hemos perdido. Creo que el tejido vecinal de esa época fue políticamente fue importantísimo y se lo destruyó porque era muy peligroso.

La portada del libro editado Seix Barral
La portada del libro editado Seix Barral.

–El libro empieza en los 80, en la España posfranquista y vos decís que se quiso exterminar a la clase obrera con el reparto de heroína. ¿Cómo fue ese proceso?
–A finales de los 70, en los barrios españoles el tejido vecinal era un tejido fuerte, muy organizado, salía a la calle a reclamar. Y eso era políticamente poco deseable para los gobiernos que estaban para mantener las oligarquías que en España son las mismas desde hace 60 años. Y la heroína era muy barata y muy fácil de conseguir. Yo tenía 4, 5, 6 años y sabía quién vendía heroína, me imagino que la policía también. Podría haberla conseguido entonces porque al principio me la hubieran regalado. Esto ha acabado con generaciones completas y las familias para protegerse se encerraban.

«La clase media, que viene a ser la clase obrera con Netflix y puertas blindadas, es una clase hiperestimulada que nos ha encerrado en nuestras propias casas»

–Siempre respeté la causa LGBT, pero en lo personal, como soy cis género y heterosexual, confieso que hasta que leí tu libro no me atravesaba. Luego de tu libro, lloré y entendí mucho más el sufrimiento de nacer en un cuerpo que no se siente propio. ¿Es el libro también una forma de militancia?
–Muy a menudo, las aproximaciones que se hacen a las realidades de las mujeres trans son muy teóricas y se explican de una manera que acaba siendo fría. Nos colocan en una especie de lente y nos deshumanizan y es muy difícil generar la empatía así. Todas las personas de este mundo somos narraciones. Y nuestras narraciones acaban confluyendo de una u otra forma. Contada con paciencia y con precisión y con cariño, es imposible que no coincida con otra narración que en este caso es la del que la lee. Es tu narración, como lectora acudiendo al encuentro de la mía. Y ahí suceden cosas, hay historias que se acompañan. Cuando nos incorporamos a la narrativa universal, la historia y la empatía llegan.

Alana se enamor de la Edad Media por una cuestin esttica Lejos de ser la Edad Oscura est llena de luz tuvo mala prensa en comparacin con el Renacimiento Foto Florencia Downes
Alana se enamoró de la Edad Media por una cuestión estética. «Lejos de ser la Edad Oscura está llena de luz, tuvo mala prensa en comparación con el Renacimiento». (Foto: Florencia Downes)

–¿Leíste a Camila Sosa Villada, la autora de «Las Malas» y «Soy una tonta por quererte», entre otras novelas?
–Con devoción absoluta, me encantaría conocerla.

«Las mujeres trans son mucho más deseadas de lo que parece, pero se nos desea a través del miedo y de la vergüenza»

–Las dos son escritoras trans (ella se define “trava”), pero lograron imponer la calidad de sus libros más allá de su identidad sexual. ¿Creés que algo está cambiando en términos de no marginar a las mujeres que escriben al estante de “literatura femenina” o “trans”?
–Esas etiquetas, “obra femenina” “literatura trans”, etc…son una estrategia que tiene el mainstream para hacer pequeñas esas obras. Y para colocarlas en lugares especiales donde tienen menos alcance. Si yo quiero vindicar esa etiqueta, la vindico yo. Pero no voy a permitir que hagan pequeña mi obra.

–La escuché decir hace poco a Camila que se siente deseada por los hombres, pero que muchos no se animan a dar el paso de tener sexo con ella. ¿Sentís lo mismo?
–Las mujeres trans son mucho más deseadas de lo que parece, pero se nos desea a través del miedo y de la vergüenza, y eso es una combinación muy peligrosa y los que se atreven suelen sentirse culpables, y la culpabilidad masculina generalmente deviene en violencia. Creo que lo que dice Camila es cierto, les cuesta muchísimo. Y lo hacen a escondidas. Bueno, pero una tiene derecho a calmar sus apetitos y a disfrutar del sexo y del pacer en cualquier situación, independientemente de que quien tenga adelante sea un cretino o no. Una mujer a la que conozco dice: “que tú seas imbécil no significa que yo me vaya a quedar sin follar”. Es una frase que me parece maravillosa y la hago mía. No se atreven, pero está cambiando muy lentamente.

–Es muy emocionante la escena de la primera vez en que la narradora sale a la calle vestida de mujer. ¿Hay un mensaje de esperanza para las chicas trans que aún no se animan a salir del placard?
–Claro que lo hay. Las mejores cosas que me han sucedido en esta vida me han sucedido por ser una mujer trans. Quizá lo peor también. La narradora tiene muchos obstáculos, pero persevera. Es una novela que creo que cuenta las ganas de vivir. Después de la oscuridad siempre hay una posibilidad de luz. Y ése es un privilegio que tenemos las mujeres trans: ganarnos quiénes somos. Y cuando una lo obtiene, lo obtiene en forma de reconocimiento, la sensación es indescriptible. Ese momento en el que tú sales a la calle no se compara a nada, la sensación de ese momento de grandeza.

«En España vivimos un proceso parecido al de ustedes. Y si yo viviera acá, votaría al otro candidato, Massa. Es que la hoja de la ultraderecha nos afecta a todos»

–¿Cómo respondés hoy a alguien que te agrede por ser trans?
–Depende de la agresión, pero tengo un repertorio de respuestas. En la calle pasa cada vez menos. Es una cuestión más de redes sociales. Pero si me ponen por ejemplo “maricón pintado”, respondo: “soy un maricón tan bien pintado que me han cambiado la documentación”. ¿Sabes qué pasa? Las peores cosas que me han dicho en esta vida me las he dicho yo misma. La manera más grave de insultarme está dentro de mí, cada vez más débil, más adormecida. Lo que me pueda decir un extraño no me afecta tanto.

–Este domingo hay elecciones en la Argentina. Javier Milei es homofóbico y despreciativo con la comunidad LGBT. ¿Sentís que hay un retroceso?
–Estoy al día. En España vivimos un proceso parecido. Y si viviera acá, votaría al otro. Creo que la hoja de la ultraderecha nos afecta a todos. Hay un retroceso como lo hay en los derechos de los trabajadores, en las cuestiones feministas. Estas personas han perdido la vergüenza de decir cosas que hace 20 años quizás era vergonzoso decir. Nuestro trabajo es oponernos frontalmente y dejar claro que son vestigios del pasado, la última pataleta de un sistema putrefacto que tarde o temprano va a desaparecer, pero que tarda en irse porque lo único que tiene es dinero, que compra muchas cosas y sobre todo lugares para enunciar. Son cadáveres que hablan. También creo que las conquistas son frágiles y difíciles de conquistar. Nunca votaría a ese señor y no debería ser candidato en democracia.

–Por último. ¿Me podés contar tres asignaturas pendientes que tengas en la vida?
–Ir a la playa tranquila, leer «Tristam Shandy», un clásico del siglo XXVIII del irlandés Laurence Sterne; y (piensa unos segundos)  darme la oportunidad de tener una carrera literaria sin sentirme una impostora o alguien que está momentáneamente invitada a esa mesa.

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